Era un cabronazo, pero buena gente al fin y al cabo. Era un ser incapaz de beber de una botella ajena sin adherir los labios a la misma. Su manera de enfrentarse a las obligaciones y la rutina diaria eran más dignas de un marsupial que de un ser humano, pero oye, en ello radicaba nuestra fuente de admiración (y odio) hacia el Rober. Y ni una puta vez ha sido capaz de venir a vernos desde que se largó a Murcia, el muy...
Eh, por aquí todos bien. He vuelto de Ingland, vivo en piso con dos ejemplares igual de retard que un servidor y de momento el tiempo es favorable, al contrario que el presupuesto y el contenido del máster que me dispongo a estudiar, pero eso, queridos hamijos, es ya otra historia.
-dedicado a Coprolín, por su admiración-